lunes, 20 de febrero de 2017

UN SARGENTO DIFERENTE o LA MALDICIÓN DE LA PIMIENTA


En el otoño de 1969, la antigua tienda de trajes para señores y ternos a la medida, se fue de su sitio en la calle Urrunaga. Tras llevarse sus enormes escaparates que invadían vereda, el tramo ganó por lo menos medio metro. En su lugar se posesionó una modesta tienda de discos, la que fue bautizada muy curiosamente como “Discos”. Su dueño era un vecino nuestro, el sr. Zevallos, cuyo hermano menor –Víctor- era muy amigo mío, siendo él quien me dateaba de las últimas ediciones llegadas a Lima.

Un día, a inicio de los 70’s, Víctor va a mi casa y me encuentra escuchando el “Sargento Pimienta”. Al tomar la tapa del disco, mi compadre me dice:

- En mi tienda está este disco, pero no es así… Se abre, como un álbum…

Yo le dije que era imposible, que la edición “cerrada” era la única que había llegado a Lima. Y él me porfiaba que la presentación era otra, y que adentro había una imagen grande de los Beatles a todo color… No le hice caso. Pensé que estaba delirando. Hasta que una tarde, su hermano mayor se pone a conversar con mis hermanos y, efectivamente, un sujeto llegado de los EEUU, le había obsequiado una versión del Sargento (la versión norteamericana, lógico), cuya presentación le pareció tan singular y curiosa, que lo puso no a la venta, pero sí en exhibición en su pequeño escaparate, como para “atraer clientes”… Y vaya que los atrajo. Comenzaron a llegar en estampida, todos con ojivas de desesperación y ofreciendo cifras impensadas. ¡Había un Sargento diferente en Lima!!!...

La cosa se tornó un poco incontrolable. Pues aparte de los clientes peruanos, llegaban chilenos, ecuatorianos, argentinos… que quién sabe cómo se habrá corrido la voz. Había tipos que se amanecían en la puerta de la tienda, esperando a que llegue el sr. Zevallos. Algunos con ofrecimientos inauditos y otros simplemente para mirarlo (al disco). Fue tal la cosa, que el Sr. Zevallos, ante tanta y tan exagerada explosión de exigentes y desesperados, tuvo que sacar al dichoso Sargento del exhibicionero y esconderlo.

Una semana después, la tormenta amainó, pero la tienda cayó en una abulia total. Nadie entraba. Como si el Sargento hubiera dejado una maldición o los clientes insatisfechos hubieran volcado toda su enfadada pimienta sobre aquella tiendecita, que ahora parecía estar rodeada por una nube de bitlemaniático descontento.

Para fines de 1970, la tienda de discos “Discos”, cerró sus puertas para siempre. (Daniel F)  


Haciendo la histórica portada. Nótese que aún estaba Hitler entre los personajes elegidos.