viernes, 22 de mayo de 2015

ESTANISLAO RUIZ FLORIANO

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO EN UNA SEMANA QUE NO HA SIDO MUY ATENTA 



Estos últimos días de Mayo han sido devastadores. La muerte ha estado cosechando nuevos amigos entre el parnaso del rock local. A la lamentable desaparición física de Tito Rojas, de la banda Los Silvertons (16/5/15), se sumó la de Pancho Guevara, baterista de los Saicos (18/5/15), una bomba que, en lo personal, me golpeó demasiado y a quien –seguramente- le dedicaré un espacio en algún momento, cuando la congoja me deje. Ambos músicos, pertenecen a la gloriosa promoción de los años 60.



Pero el motivo de este artículo, es por otra triste noticia, la del fallecimiento de Estanislao Ruiz Floriano, una de las personalidades más insistentes y apasionadas por nuestro inestable circuito de rock, uno de esos tipos románticos que aparecen uno cada cincuenta años y uno de los pioneros en esto de la prensa underground (o “subterránea”) en el Perú. Su pluma estuvo recalcando hasta el último día de su vida por un encuentro con un circuito de rock con tonalidades propias, con una identidad y un reflejo que nos caracterice.

En 1972 edita una publicación llamada simplemente “Rock”, tan simple como un suspiro, pero tan sólida y contundente como una aplanadora. Desde esos días ya reclamaba un rock “cantado en castellano”, algo que, para muchos en la actualidad, les puede resultar inexplicable. Fue todo un precursor y un creyente acérrimo en aquella joven música que aún no terminaba de crecer.

Su vena insistente lo empujó a publicar más revistas: Rock del Sur, Rocka, New Wave, Son… Y hace muy poco, coronó su anhelo de publicar su primer y único libro: “No es Solo Rocanrol (el Lenguaje de la Ciudad)”, una serie de crónicas de aquellos años donde imprime su personalísima visión de este sonoro fenómeno de masas. Recuerdo que un día fui a la casa de Guillermo Llerena Godoy (otro fundamental en la música de este país) quien, a fines de los 70’s, me obsequió justamente un boletín llamado “Rock”, editado por Estanislao, donde anunciaba (o exaltaba) un nuevo conteo regresivo para el despegue de una escena rockera en el país. Aquel boletín catapultó mi imaginación y mi entusiasmo hasta los confines más inextinguibles. Vi que estaba por suceder algo en esta ciudad, algo grande, y yo quería participar de todo eso. Pocos meses después ya estaba dándole a los primeros ensayos con el futuro Leusemia.



Esta semana, definitivamente, no ha sido muy atenta, hubo ventiscas de fuego y ojos de tormenta… De la noche a la mañana, desaparecieron varios amigos muy importantes en la historia del rock local. Solo podemos decirles: GRACIAS, gracias por todo y a seguir en la pelea, tal como ellos siempre lo pregonaron.