miércoles, 4 de junio de 2014

EL PODER DE LA PELOTA


o de CÓMO NOS ENTRETENEMOS CON EL BALÓN DE LA INDIFERENCIA

Esto también lo podría titular El Nefasto Poder de la Pelota o Enceguecidos por un Balón. Todos saben que no soy mucho (o nada) de emparentarme con algo tan esférico como el fútbol. Saben que soy hincha del Sport Boys del Callao, y que el único partido que me interesó de la selección peruana, fue el histórico Perú-Argentina en la Bombonera del Boca Junior, en Buenos Aires, Argentina, durante las eliminatorias de 1969.  Y si lo vi, fue porque ahí jugó Oswaldo Cachito Ramírez, puntero izquierdo de mi querido Boys, quien terminó siendo el héroe de la jornada, al marcar los 2 goles que terminaron clasificando al Perú para el mundial México 70.




Y mi desinterés por los mundiales, no es por el nivel futbolístico  (cosa siempre impecable), sino más bien por lo que camina detrás de estos eventos, escollos que, para mí, son francamente insalvables.
 
En México 70, la corruptela de turno hizo su agosto con tan tremendo festín, y ya desde las Olimpiadas del 68 (organizado en México), hubo todo este dictamen de silenciar cualquier voz que se eleve en contra de estos magnos eventos y que podrían dar una mala imagen al Gobierno de turno. La matanza de estudiantes, los secuestros y el arrinconamiento de vagabundos y gente pobre, de los lugares cercanos a donde se realizarían los juegos, fue una constante. 



Las masacres de Tlatelolco, las detenciones arbitrarias y el terror de estado en aquel México del 68, 69 y 70, han quedado marcados en la memoria mexicana, asociadas a un escandaloso balón de fútbol.


En Argentina 78 la Dictadura de Videla hizo lo propio que su par mexicana y encarceló, deportó y desapareció a cientos, miles de ciudadanos, para dar una imagen de "orden y limpieza" en un país que ya venía siendo masacrado y torturado por los militares.



Y ahora tenemos a Brasil, un país visto como una gran potencia, casi casi un país del primer mundo, pero que no ha sabido ser capaz de derrotar a la pobreza, teniendo a su policía, la policía militar y la policía especial, como los brazos más notorios (y nada discretos) de una brutalidad que se ha incrementado –oh qué casualidad- justo en estas fechas, cuando ya se viene el dichoso Mundial de Fútbol.


Las versiones de asesinatos de niños y adolescentes abandonados o escapados, y que solo tienen la calle como único domicilio, y las protestas de la sociedad carioca que ha salido en masa a marchar por las calles, han dado la vuelta al mundo. Aunque, claro, lógicamente, no ha detenido un milímetro lo que será el Mundial mais grande do mundo


Pero bueno, yo sé que esto no va a detener el deseo de sentarse frente al televisor a disfrutar del mejor fútbol del planeta. Al menos, lo que es yo, lo único que sentiré, cada vez que vea de pasada algún pedazo de partido (en algún restaurante, en una oficina, en la bodega donde compre mis gomitas, etc), será que este es otro mundial, construido sobre el clásico abuso de poder, pasando por encima de los clamores de una población que prefiere un Colegio a un nuevo Estadio, edificado sobre cientos de cadáveres y sobre toneladas y toneladas de maldita indiferencia.