jueves, 13 de febrero de 2014

SER LOSER, NO ES COOL, BABY


SER LOSER, NO ES COOL, BABY


Hace unos días, caminando por el cercado de Lima, vi a un tipo limpiando un auto. No era que esté limpiando SU auto. Era de esos muchachos o tíos que, por unas chinas, te dejan tu carro terso y brillante. Chamba noble y enjabonada, vea Ud.  Este sujeto de quien les cuento, vestía ropas bastante desgastadas y humedecidas por el trajín. Tenía en su rostro un bigote gordo y un endurecido gesto de enojo. Me recordó mucho a un compadre que conocí a inicio de los 80’s, un extraordinario guitarrista que logré ver en el Tommy Club Bar, un antro del Jr. Moquegua, donde se presentaban bandas de rock. No le di mucha importancia y seguí mi camino. Es que les digo que, con este sol de mierda, ganas no hay muchas por estacionarse a mirar.

Pero cuando le di un segundo vistazo, me di cuenta que, efectivamente, era ese mismo compadre. Era ni más ni menos que el gran Churly. Era ese mismo muchacho que, en aquellos 80’s, hacía gala de saberse todas las escalas cromáticas y diatónicas, diuréticas y heréticas, de arriba para abajo, y se los refregaba a todo el mundo por la cara. Era el mismo tío que, con la misma avidez con que practicaba la guitarra (de la que no se desprendía nunca), consumía su bendita pasta básica de cocaína, de la que tampoco se separaba jamás. Vale decir, un tipo al que no invitaría de ningún modo, a mi casa.

Eran los 80’s, y todo este asunto del rock estaba cobrando un nuevo vuelo. La ciudad volvía a tener bandas de rock y los chicos se reunían en sitios como el Cecil’s Rock Club o el Tommy Club Bar, en el centro de Lima.  Y a este muchacho lo recuerdo como uno de esos especimenes pedantes y engreídos que miraban a los demás por encima de sus hombros. Unas patéticas superstars en una galaxia tan pobre como vacía. Y las pocas veces que hablé con él, nunca dejaba de lado sus burlas y sus recriminaciones. No soportaba que yo no sepa más de 4 acordes, y siempre me repetía como un mantra endurecido: “con esos 3 acordes no vas a ser ni mierda en esta vida, chibolo”… Bueno… y así nos fue. ¡Y me lo vengo a encontrar justo ahora!…

Y me quedé mirándolo por un buen rato, recordando esos días. Y si bien no estaba 100% seguro de la identidad del hombre, igual me acerqué de a poquitos, haciendo equilibrios entre los baldes de otros limpiadores, a ver si lograba conversar con él. Hasta que se dio cuenta que lo estaba observando.

-“¿Si?” –esbozó el Churly con voz amenazante.   

Y yo le lancé lo primero que se me ocurrió: - ¿Sigues tocando la guitarra?

Un poco torpe mi primera consulta, pero ya estaba en la cancha.

- ¿Guitarra? –me dijo, haciendo una mueca de extrañeza

- ¿Tu no eres el Churly, el que tocaba en La Caverna… el Tommy…

- Mieeerrda… no escuchaba que alguien hablara esas cosas desde hace décadas! ¿Quién eres tú?

- Nada, me pareció reconocerte, es todo. Yo iba a las tocadas en el centro de Lima, en Guzmán Blanco…

Al tipo pareció iluminársele la cara. Mostró una sonrisa que contrastaba plenamente con su anterior y perpetuo gesto de enojo. Tiró su trapo al balde y se acercó.  

- Oh, que bien… Tú me conociste, entonces…

- Si. Logré verte un par de veces en vivo…

- Yo tocaba bacán, no? –me preguntó con su clásico gesto de autosuficiencia

- Si, hermano. La rompías.

- Y dime ¿tu sabes tocar? ¿Tienes alguna banda?

- Algo –le dije- pero logré dedicarme a la música. No toco mucho, pero me hago entender.


Nos sentamos en una loma del terreno, y comenzó a abrir su corazón. Me contó su historia, sus peripecias, la malograda relación con su familia, una familia nada pobre, que le dio de todo, pero el muy irreflexivo nunca lo supo aprovechar. Contó de los días en que se enganchó a la pasta y de cómo pasó de promesa en la música, a limpiar autos en la vía pública, algo que, al menos, podía solventar el costo de un medio menú, y lo suficiente como para continuar con el vicio.

De pronto la charla con Churly se puso increíblemente buena. Y tal vez la pueda reproducir algún día en un libro. Y, la verdad, ya no me estaba cayendo tan mal. Hasta que por estas cosas de la existencia y de los mandos naturales, volvió a aflorar el mismo y desagradable Churly que conocí riéndose de los chibolos que no sabían tocar, vale decir, volvió el mismo pedante y engreído de los 80’s… Un idiota.


- Yo era un capo, pee… Nadie tocaba mejor que yo!... ¿Si o No?... Todos los guitarristas de ahora son unos huevones. No saben ni afinar los cojudos. Yo tocaba mejor que Von Jovi. Pero acá no saben valorar al artista nacional, pe. Ese es el precio que tenemos que pagar los que somos Cool…

- ¿Cool? … ¿Qué es eso? –le dije 

- Cool, pe, flaco… Alguien ‘bacán’… Uuu, flaco, tas en nada…


Poco después, con el transcurrir de su disertación, su rostro y su mente comenzaron a oscurecerse, y se puso un poco agresivo. Así que cuando ya comenzó a aflorar su amargura y sus maldiciones, echándole la culpa a todos menos a él, me levanté de donde estaba sentado, y con la cortesía que me caracteriza, me despedí.

Estando a lo lejos, volví la mirada para ver al viejo Churly, quien ya estaba encima de aquel Toyota, tratando de dejarlo terso y brillante. Y resonaron en mi cabeza, todas esas existencias que se perdieron en el camino. Porque casos como estos, conozco cien. Y es muy lamentable. En estos 30 años he visto cómo la droga, la vanidad excesiva y la mala disposición humana para caminar por este mundo, han tirado abajo a tantas promesas y a tantas genialidades, que, en algunos casos, es una cosa injusta y da mucha pena. Pero hay otros procesos que, la verdad, son solo el resultado de una mala cabeza, de un desvío completo de los valores que, tarde o temprano, te van a pasar la sobrecogedora factura. Porque eso sí les digo: ser un loser, no es cool, baby… Dicho en buen peruano: ser un perdedor, no debe ser ni mierda de chévere.


NOTA: Los nombres y la imagen que acompañan a esta nota, han sido modificadas por protección.


miércoles, 12 de febrero de 2014

GERARDO MANUEL




Su mamá cantaba y su papá era un transeúnte marino. Desde chiquito le interesó la música, coleccionaba discos, aprendió a tocar el saxo, hizo un programa de radio llamado Surf Beat 63 en la ciudad de Ica. Formó una banda llamada Los Dolton's, que luego, ya sin él en la voz, cobrarían fama nacional. Para 1964  ingresa a la Universidad de San Marcos, y canta en el programa La Escalera al Triunfo, luego del cual Enrique Ego-Aguirre (representante y padre del guitarrista Pico, futuro PAX) le invita a unirse al grupo Los Shain's, con quienes tendrán unos buenos años de popularidad.

Luego de Los Shain's, Gerardo formó el grupo The (St. Thomas) Pepper Smelter , luego Gerardo Manuel y el Humo, CVP y proyectos varios. Pero lo suyo siempre estuvo en la comunicación y para 1978, vía Canal 7 (TV Perú), lanzó uno de los primeros programas consagrado a los videos musicales, llamado Disco Club, con lo cual, Gerardo encontró un sitial que ha sido muy difícil de igualar.

En estos días (Febrero del 2014) Gerardo Manuel anda un poco delicado de salud. Y sus amigos están (estamos) abocados en poder ayudarle a pasar semejante trance. Hay un concierto este sábado 15, y se llevará a cabo en el Parque de la Exposición, con amigos como Pax, Frágil, Mar de Copas, Pelo Madueño, y varios nombres más. Ahí estaré con la agrupación que suele acompañarme para este tipo de eventos. Nos vemos desde las 7 de la noche. 

EL PUNTO DE LA INCERTIDUMBRE


El encuentro de los animales con la muerte, siempre nos va a producir un sobrecogimiento desmesurado. Nos conmueven su perplejidad, su incertidumbre, su incomprensión ante el fenómeno. Para nosotros mismos, los humanos que creemos saberlo todo, la muerte sigue siendo un misterio, y muchos, ante su llegada, preferimos ajustarnos a las convenciones y a las actitudes pre concebidas, antes que mostrar la misma desorientación con respecto a esta hora suprema.


Hace un tiempo conocimos la historia de Hachiko, un noble perro japonés que siempre acompañaba a “su amo” a la estación de tren, lo despedía y solito regresaba a su casa. Luego, a cierta hora, Hachiko volvía a la estación Shibuya para recibirlo. Este ‘circuito acordado’ se dio por dos años, y se rompió cuando, al “amo” (un profesor universitario) le sobrevino la muerte y nunca más llegó al punto convenido.

La gente sabía de este maravilloso ritual, y al enterarse de la muerte del profesor, intentaron persuadir al hermoso y fiel animal para que se vaya a su casa, intentando convencerlo que la espera era inútil. El can no podía entender nada y lo siguió esperando en la estación, todos los días, y se quedaría esperando por los siguientes 10 años, hasta que, también, la muerte lo arrullaría en Marzo de 1935.



Estos casos de canes que siguen o esperan a sus ‘hermanos mayores’ hasta después de la muerte, no son raros, puesto que los perros son de esas criaturas que, para la incomprensión de muchos humanos, son los únicos capaces de amar a otros, más que a sí mismos, sobreponiendo su cariño a las apetencias propias del egoísmo.








Pues bien, el último Hachiko que ha salido a la luz, está dándose en Bolivia, específicamente en la localidad de Cochabamba, donde un perrito está, desde hace 5 años, dando vueltas en el lugar donde ‘su dueño’ encontró la muerte, una muerte violenta, producto del desenfreno asesino del tráfico y de los desquiciados con licencia para conducir. 

Desde ese día, el perro se ha quedado en los alrededores, como esperando a que el universitario regrese. En sus pausas, da vueltas por el mercado, donde los bodegueros le convidan algo. Luego vuelve al punto de la incertidumbre, donde se la pasa aullando, en uno de los cánticos más tristes que se tenga noticia.

Al igual que con el noble akita inu japonés, la familia del joven fallecido, ha intentado llevarse al perrito a casa, pero sin éxito. Turistas, al enterarse de su historia, quieren adoptarlo, pero el Hachiko boliviano siempre huye. Hace poco sufrió un accidente (lo atropelló un auto, igual que a su 'dueño'), y los vecinos lo curaron y ahora cojea un poco. Esto no le ha impedido seguir dando vueltas por el punto donde se inició todo.

Mientras el olvido, las malas mañas, el egoísmo y la codicia, son parte central del ADN humano, uno vuelve a preguntarse ¿en qué momento el hombre dejó de evolucionar hasta convertirse en el incomprensible e insensible ser que es hoy?    



Nov.2013, en plena celebración por los 30 años (foto Eddy Cahuana)


EL SECRETO DE LA LONGEVIDAD (¿?)


Hace un tiempo, con motivo de los 30 años de trayectoria, me preguntaron si había algún secreto para esta constante permanencia sobre los escenarios y dentro del circuito local. Graciosamente me decían: “mi papá tiene 50 años, y no se ve como tú… Los padres de mis amigos tienen una edad similar, pero todos parecen mucho mayores que tú… ¿Cómo lo has hecho?”. No creo que haya ningún secreto ni alguna pócima que haga a un lado nuestros lastres y nos mantenga en activo y con la pasión a flote. Pero esto fue lo que contesté:     

- Tienes ya 30 años en los escenarios. ¿A qué crees que se deba esta (buena) longevidad, y justamente en un país no muy afecto al rock and roll? Porque te digo que las modas pasan rápido...

- Será justamente por eso, hermanito. Por pertenecer a la secta del rock and roll. Será porque nunca estuve en una banda “moderna”, llena de etiquetas recientes, o amarrado a alguna corriente de moda…  Siempre nos mostraban como una banda que ‘no evoluciona’… una banda que se quedó en el pasado, y que siempre anda haciéndole guiños al rock and roll de los 50’s, a la Nueva Ola de los 60’s o al progresivo de los 70’s. Y yo creo que el futuro del rock and roll será siempre el pasado. Los grandes clásicos de la historia lo prueban: Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan, Led Zeppelín, el Glam Rock, Dr. Feelgood, el Punk Rock, Rod Stewart, Iggy Pop, Wilko Johnson, Bruce Springsteen… todos aquellos que no olvidaron el pasado, y que caminaron por el mundo con ese mismo y primigenio espíritu de los inicios…  No estoy proponiendo o hablando de “retroceder”  o de “quedarse” en el tiempo. Hablo de continuar con esa misma dinámica, hablo de latir con el mismo corazón. El rock and roll no es un sonidito determinado o 3 tonos inamovibles… El rock and roll es no perder la perspectiva de cuando uno era adolescente. Es continuar con las mismas rabias que uno exhalaba cuando era chico. 

- ¿Quiere decir esto, que el secreto de la longevidad está en NO andar “a la moda”?

- Si hubiéramos aparecido en el mundo, envueltos en una de esas etiquetas de turno, pues ya estaríamos muertos y olvidados, y no habría tanto jaleo por conmemorar 30 años de una banda en una serie de grandes, medianos y pequeños conciertos. La moda, ese volátil mecanismo que los medios industriales de la cultura de masas, usa para anular cualquier iniciativa cultural genuina, es efímera, tiene un tiempo muy corto de duración. Luego, cuando la vuelven a visitar, lo hacen con el soslayo de ser algo “del recuerdo”… algo “vintage”… La gente nos vería como una banda “revival ochentera”, por demás patética… Y la presencia constante de jóvenes, en todas mis etapas en la música, prueban exactamente lo contrario. Si nuestro público fuera solo un rezago de los que marcharon rozagantes en los 80’s, nuestra actualidad giraría entre diminutos conciertos revivales para 75 personas… y mirarían nuestro primer disco (1985) como algo fetichista y “de colección”, no como el inicio de un camino.   


KikasBan (foto Facebook)


INDÓCILES Y SEDICIOSOS


Mi primer encuentro con el rock and roll, seguramente se da con los Rolling Stones y su magia de decadencia incesante.  Luego escuché a los Dr. Feelgood, a los New York Dolls, a Iggy Pop hasta llegar al punk rock, y mi concepto de rock and roll se aclaró aún más.

Y desde que oí el primer EP de estos (peruanos) KikasBan, esa misma sensación, esa misma emoción se trasladó por todo mi sistema nervioso. Era como volver a escuchar por primera vez, un viejo disco de 45rpm, con todo ese ‘schrach’ insoportable, pero que terminaba elevando el nivel de adrenalina, hasta el punto del colapso.

Estos KikasBan se formaron en el 2011, y han sentado sus reales en sitios como La Noche, el Hard Rock Café, ferias underground y Festivales de todo porte. Hasta el cierre de esta edición, la banda la conforman el Ricky en la voz, Tito Kash a la Guitarra, José Luís Tejada en el Bajo y mi tocayo Daniel Vílchez en la batería.

Espero que esta KikasBan dure. Se mantenga. Porque presencias así, no se dan comúnmente en nuestra escena, puesto que si vamos a hablar de Rock and Roll (pero rock and roll de verdad, confeccionado y producido en este país), tendríamos que referirnos, ineludiblemente, a esta agrupación de ruidosos e indóciles sediciosos de la música, que vienen con demasiada furia. ¡Agárrence, pecadores!! 
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Para conocer más: www.facebook.com/KikasBanRock

martes, 11 de febrero de 2014



EL PUÑETAZO DE CHARLIE WATTS A MICK JAGGER


Era Octubre del 84. La banda de rock and roll más grande que ha pisado este mundo (los Rolling Stones, por si no lo sabían), estaban dando vueltas por Ámsterdam, Holanda, y habían centrado su eje de operaciones, en un tibio y distinguido Hotel, haciendo de las suyas y planeando otra de sus mastodónticas giras.

Pero como no todo puede ser trabajo, los picapiedreros salían de rumba cada dos por tres. Y en una de esas terribles noches, Jagger, junto con su eterno compañero Keith Richards, regresaron de un fiestón de elevadas tinturas romanas, con las primeras luces del alba. Ambos estaban totalmente borrachos, y llegaron al Hotel con la consigna de seguirla. El buen Jagger (que en esos días estaba en su punto más alto de niño antojadizo y comodón) no tuvo mejor idea que, a semejantes horas, despertar al apacible y silencioso baterista Charlie Watts, con el fin de que se una al bacanal. Llamó a su habitación y vociferó: "¿Dónde está mi baterísta? ¿Dónde está mi jodido baterísta? ¿Por qué no vienes por acá, Charlie?".

El adormilado Sr. Watts, con toda la tranquilidad que lo caracteriza, hizo un aplacado gesto, levantó su humanidad de la cama, se dio un duchazo, se enfundó en un fino traje, metió sus pies en su clásico calzado italiano, y se fue a la habitación de los fiesteros. Tocó la puerta, y fue Mick Jagger quien salió a recibirlo. Charlie Watts, sin pensarlo mucho (o tal vez, lo caviló bastante, camino a la habitación), le propinó al endeble cantante, un descomunal puñetazo, lanzándolo hasta el fondo de la habitación. De no haber sido por Keith Richards, quien lo detuvo antes de que Mick caiga por una ventana, estaríamos hablando de Jagger como uno de los héroes del rock que ahora miran todo desde el cielo, compartiendo nube con Jim Morrison o Sid Vicious. 


Haciendo gala del clásico porte flemático de los ingleses, Watts se acomodó su traje y dijo: "¡No vuelvas a llamarme nunca más 'tu baterísta'… ¿Entiendes? En todo caso tú eres ‘mi cantante de mierda’!... ¿OK?". Y se fue. Con el tiempo, Jagger trató de rebajar la importancia a este suceso: "En realidad no fue así. Me empujó, pero nunca me golpeó”. Pero el mismísimo Charlie Watts, sin perder la flema, confirmó en el 97 que toda esa “leyenda urbana” sí sucedió: "Estaba molesto, y se me pasó un poco la mano. Es algo de lo cual no me siento muy orgulloso"